Trump y la diáspora del empresariado nacional

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Pasan cosas curiosas en el Círculo Rojo, atípicas, casi tanto como en el escenario de la política convencional. La última y más relevante, cómo el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos reconfiguró posiciones y alineamientos de los sectores empresarios, y expuso las falencias del Gobierno de Javier Milei. «Nos abrieron una ventana para discutir el modelo libertario», se entusiasmaron en la Unión Industrial Argentina (UIA), donde casi que se brindó con champagne por la victoria republicana y se prepara un 2025 crítico del Gobierno. Lo particular es que los industriales venían bancando el modelo Milei hasta que la crisis de actividad se puso espesa y se empezó a instalar la idea de la apertura total de las importaciones. Hoy ven en la nueva presidencia de Estados Unidos un ariete para intentar forzar al Gobierno argentino a blanquear cuál es su plan general y pedir más protección a la producción. 

En la otra esquina, sigue una militancia fuerte pro Gobierno en dos sectores: el campo, liderado por la Sociedad Rural, ve con cautela el alineamiento internacional, porque el proteccionismo de Trump que les sirve a los industriales choca con los antecedentes de él mismo respecto a exportaciones del agro nacional. En el caso del sector comercial, que tiene su peor nivel de ventas en la historia, hay una desconexión casi total con la recesión. Este jueves, en uno de los hoteles top de Puerto Madero, hubo un excesivamente ostentoso festejo de los 100 años de la Cámara de Comercio (CAC), que cerró con un show de Ramón «Palito» Ortega y un discurso ultra libertario: los empresarios mercantiles, casi en la lona, están esperanzados en que la inundación de importados los favorezcan. 

El 26 de noviembre próximo la UIA celebrará su conferencia anual en el Centro de Convenciones lindero con la Facultad de Derecho. Allí expondrá el presidente de la conferencia, que en este caso será Martín Rappallini, dueño de Cerámica Alberdi y titular de la Unión Industrial Bonaerense (UIPBA). La elección del discurso inicial -que históricamente marca el pulso con los gobiernos- no es casual: Rappallini será el próximo presidente de UIA y es el candidato bendecido por Techint. La firma de Paolo Rocca viene en una guerra incipiente con Milei por la apertura a productos de China, su principal enemigo global en la fabricación de tubos sin costura. Días atrás, el empresario bonaerense publicó un artículo muy crítico en la prensa, pidiéndole al Gobierno un programa industrial. Fue días después de que Rocca hiciera la propio en el Foro Latino del Acero. «Se terminó la diplomacia», sintetizó un ceo del interior que está en la mesa chica de UIA ante Página I12, en referencia al estilo que siempre supo tener, y que no le trajo malos resultados, Daniel Funes de Rioja, el histórico y actual titular de la central fabril. Es que las cadenas de valor pyme están sufriendo un golpe serio con las importaciones. 

En las últimas horas, Rocca jugó una carta fuerte, casi límite: en una especie de paritaria a cielo abierto con el Gobierno, avisó que tiene que achicar un 15 por ciento su planta de Ternium, en San Nicolás, por la crisis y las importaciones de Brasil y China. La situación puso en alerta a la UOM local, porque la operación orquestada de Rocca filtró datos de posibles despidos en cantidad. En paralelo, los otros que aprovecharon para apostar todo a Trump fueron los empresarios textiles: la Cámara Protejer emitió un comunicado donde, directamente, asegura que el triunfo republicano tuvo como centro a la industria, y que Milei debería copiar esas ideas. 

«Vimos mucha corbata colorada, vamos a ver ahora si hacen lo que hace Trump», explicó otro industrial de peso a este diario. Se refiere al pedido que hizo Santiago Caputo, el asesor estrella del Presidente, de usar corbatas rojas en honor la triunfo republicano. Lo que Trump promete, de todos modos, es más complejo que ir a comprar a una casa de trajes: ya avisó que subirá aranceles para proteger la industria y que cerrará la economía. Para Milei, hoy, eso parece intolerable

Hay datos, además, que inquietan al establishment fabril. En el avión que este miércoles llevará a Milei a Palm Beach, Florida, para intentar un encuentro con Trump, estará sentado a su lado Demian Axel «Satanás» Reidel. El jefe de asesores económicos, un ex JP Morgan, es su alter ego hace varios meses y Milei lo quiere para ocupar la embajada en Washington. En la UIA, algunos usaron la figura que habitualmente cita el «Vasco» José Ignacio De Mendiguren, ex presidente de la entidad: «no puede diferenciar un bulón de una tuerca». No es tarea del embajador en ese país la de ocuparse de las fábricas, pero entienden que, de llegar a ese puesto, marcará prioridades que no son precisamente los negocios productivos. De hecho, Reidel vive casi siempre en la virtualidad: es quien llevó al Presidente de gira por los gigantes de Sillicon Valley y le vendió un plan de IA y un programa espacial. 

El ministro de la Sociedad Rural

A principios de semana, el helicóptero oficial viajaba por sobre la ruta, cruzando los campos de Córdoba. El piloto, de repente, habló: «estos son los dólares que les faltan a ustedes», dijo, señalando las hectáreas abajo. Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, se sorprendió de la cantidad de silobolsas llenos que ladeaban el camino hacia su destino final, la inauguración en esa provincia de un tramo de la reversión del Gasoducto Norte. Curioso, consultó a los que saben cuánto se estima que hay de grano guardado. «Unos 12 mil millones de dólares», le respondieron. «Epa», atinó a decir, y les pidió a los suyos que llamen de manera urgente a Nicolás Pino, el titular de la Sociedad Rural (SRA) para pedirle explicaciones. 

Pino, que responde políticamente al Gobierno de Javier Milei y que por eso ya muchos le dicen «el ministro de Agricultura», recibió el reto y se tiró encima de la granada. Mientras el agro y la propia SRA hacen lobby contra el atraso cambiario, que explica la soja guardada en bolsas, el ruralista salió a vocear que, tras una charla con Francos, le explicó que, en realidad, el acopio no es especulación, sino que «cuantos más silobolsas se vean, mejor le irá al país porque habrá más producción». El argumento, casi de cuento de hadas, intentó proteger la aseveración embroncada del ministro, que ante la reacción del agro a sus dichos decidió bajarle el tono al asunto diciendo que «fue un chiste». 

Es que no quedó ni una entidad, incluída la Mesa de Enlace con un comunicado, que no hayan puesto el grito en el cielo por los dichos de Francos. Para el campo, que ya tiene problemas con el dólar intervenido por el Gobierno, Trump suma más ruido a una confusión instalada. La protección interna ya generó, en su primera presidencia, un recorte al negocio exportador nacional: con su amigo Macri gobernando aquí, decidió proteger a sus farmers y recortó todo el negocio de importaciones de biodiesel argentino a los Estados Unidos. Eso representó unos 800 millones de dólares anuales, que siguen cortados. Casi la mitad del total exportado: los 1000 restantes van a Europa.

El otro caso emblemático de Macri, Trump y el comercio fue el de los cítricos. En 2017, en el marco de una visita a Washington, el ingeniero arrancó un lobby para ingresar ese producto. La negociación empezó en abril y, en agosto, se logró que la amistad de 25 años de Macri con Trump destrabara una prohibición de 16 años para el ingreso de producto. Eso generó enojo interno con Trump, pero hoy el mundo y las relaciones son diferentes, más complejas. Dos datos de color de aquellos encuentros: por la insistencia de Macri en el tema, Trump solía llamarlo «Míster Lemon». Además, quedó en la historia la frase del republicano sobre que en las reuniones con Macri «yo hablo de Corea del Norte y él de los limones». Macri mantiene aún una amistad importante con Gonzalo Tanoira, el dueño de Citrícola San Miguel, uno de los jugadores más interesados en ese tema.  

En este escenario, el Gobierno no se rinde y el que se está ocupando del lobby comercial es el secretario de Industria y Agro, Juan Pazo, que ascienden en la confianza. Le pidió a Esteban Marzoratti, el encargado de Comercio Exterior, apuntar a la exportación de cítricos, pero también de carnes. 

«La Felicidad», entre escombros de la crisis

Las ventas minoristas se desploman, pero los ceos del comercio siguen firmes, inalterables, bancando el modelo, y ven en Trump una mayor apertura y nuevos negocios. Cada uno ve una especie de Trump a la carta, pero lo de los mercantiles es un caso de militancia extremo. Entre copas, canapés y sanguchitos, Natalio Mario Grinnman, titular de la Cámara de Comercio, brindó por los 100 años de la entidad en una fiesta de lujo en el hotel Alvear Icon. “Un año atrás la ciudadanía, para sorpresa de muchos, eligió un drástico cambio de rumbo. Un país harto de una declinación secular decidió abrazar las ideas de la libertad que esta Cámara defiende desde su fundación. Son las mismas ideas que han hecho prósperas a las naciones líderes y que la dirigencia argentina hizo propias a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando tuvimos un crecimiento que nos ubicó en las primeras posiciones entre los países con mayor ingreso por habitante”, se entusiasmó. Y llamó a seguir “trabajando incansablemente por eso mismo que seguramente anhelaban quienes el 7 de noviembre de 1924 fundaron esta Cámara: una Argentina libre, unida y próspera”. 

Lo escucharon con atención muchos peso pesados, entre ellos el Grupo de los Seis completo, Eduardo Eurnekian, el padre político de Milei, y el cafetero Martín Cabrales, recientemente declarado Personalidad Destacada de la Capital Federal. No hubo sorpresa por el discurso: la explicación que dan los que conocen a Grinnman es que los comerciantes están ansiosos porque llegue la inundación de importados, para ver si eso cambia la mano de las ventas. Eso comentaron algunos en los pasillos del eventos, antes de irse sin escuchar el número vivo: «Palito» Ortega cantando sus clásicos festivos en medio de un páramo de actividad. Una postal de la época

Da la sensación, de todos modos, que nadie está mirando que los aranceles que prometió subir Trump (del 2 por ciento hasta el 20 y de hasta el 60 para China) y un fortalecimiento del dólar a nivel global reundarán en más inflación. Una kriptonita para Milei, que sí la está viendo: hace meses, el titular del INDEC, Marco Lavagna, viene insistiendo en la necesidad de corregir y actualizar la canasta con la que se mide el IPC, la inflación, a nivel nacional. Es una canasta del 2004-2005 que no es representativa, por lo vieja, de la inflación real, y tampoco del poder de compra de los salarios. Por eso Lavagna insiste, aunque hacerlo supondrá un salto muy importante en los indicadores y un sinceramiento de la inflación. Por eso, el Presidente ya le hizo saber al jefe del INDEC que esa tarea tendrá que esperar. 

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