El Síndrome de Estocolmo de los industriales

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Como en buena parte del establishment, el miedo está moviendo montañas entre los empresarios fabriles. El temor a los escraches libertarios domestica, paraliza. Ante el desinterés oficial del Gobierno Nacional con la industria y el vacío que el presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, le hicieron a su Conferencia Anual, la Unión Industrial Argentina (UIA) reaccionó con tibias críticas y pedidos aislados, casi súplicas en el vacío, para que no se abra la economía a productos importados. Todo en un escenario donde la producción nacional tiene caídas casi permanentes y las comparaciones ya se hacen con los peores períodos económicos de la historia. 

La postal, aunque parezca mentira, es coincidente con el Síndrome de Estocolmo que atravesó la casa fabril en los años ´90, donde el industricidio del gobierno de Carlos Menem arrasaba a las pymes mientras la dirigencia empresarial se acercaba con fanatismo al entonces mandatario. Con internas, naturalmente, pero mucho más duras que las actuales. 

«Estamos para producir acá, para la Argentina y el mundo, esto es lo que nos mueve», empezó diciendo, en la apertura del evento realizado en el Centro de Convenciones porteño, Daniel Funes de Rioja, actual presidente de la UIA. En el cierre del evento, por la tarde, agregó que «no puedo más que aplaudir al ministro Caputo, que habló en Corrientes de nivelar la cancha a los empresarios». Recibió aplausos muy tibios, pero suficientes para mostrar el quiebre interno de los industriales ante la crisis más importante de su historia. 

Lo siguió en la palabra quien será su sucesor, Martín Rappalini, actual titular de la UIPBA y presidente de la Conferencia. Fue algo más duro, pero recordando antes que los años previos de crecimiento fabril no era sostenibles porque la macro no estaba ordenada. Casi una justificación del modelo libertario, que el propio Rappalini considera «un cambio de paradigma». A continuación, esbozó un perfil más crítico, dentro de la lógica de la crítica conservadora: «Los industriales, no hemos tenido, no tenemos ni pedimos privilegios. No pedimos protección, queremos igualdad de condiciones para poder competir. Es ante la falta de igualdad que necesitamos una defensa, defensa del ataque de países que subsidian la producción, los insumos y las exportaciones. Países y sistemas que no cumplen con las reglas de comercio internacional establecidas», expresó el dueño de Cerámica Alberdi, el candidato elegido por Techint para comandar la UIA en el próximo período.

En esa línea, remarcó que «el Estado debe nivelarle la cancha a la industria nacional y el tiempo es un factor clave en este proceso de integración. Escuchamos muchos ataques injustos al empresariado nacional Hoy quiero reivindicar al industrial, que es un sobreviviente a un constante proceso de cambio. Somos nosotros los empresarios, que generamos empleo y pagamos los impuestos y sostenemos el Estado. Queremos respeto». Y concluyó que «la industria aporta el 30% de la recaudación y es el sector que agrupa la mayor cantidad de trabajadores formales. Estamos de acuerdo con el Presidente que el sector privado es el motor para el Presidente del país y el sector privado somos nosotros. Es con nosotros». 

Una historia de internas

Hoy la UIA tiene una interna real pero solapada en las que algunas pymes, los metalúrgicos y algunas cámaras del interior disputan la agenda de la crisis con los altos mandos: Techint, Arcor y la azucarera Ledesma. El problema, además, es que la casa fabril no se exime de ser penetrada por líneas libertarias. Hay muchos ceos que acompañan los preceptos del Presidente y hasta uno de ellos, el pyme José Luis Ammaturo, fue candidato a intendente de Quilmes por el partido de Javier Milei. 

En los años ´90, pasó algo similar: la UIA estuvo presidida por Alberto Álvarez Gaiani, por entonces jefe de la cámara alimenticia Copal, el más cercano a Menem y amigo de los economistas de la Convertibilidad. Su contra fue el textil Guillermo Gottelli, que estuvo bancado, en aquel entonces, por un Techint más «nacionalista». En los inicios, Roberto Rocca, el padre de Paolo, bancaba la salida peronista al post menemismo y la crisis del 2001. 

Hoy ese reparto casi no existe, porque los gigantes están alineados con las desregulaciones laborales del gobierno libertario, y buena parte de las pymes (el 80 por ciento de la UIA) también bancan al Gobierno, alejándose de ese falso mito de que la pequeña y mediana empresa se inclina por gestiones «productivistas». 

La más crítica, pero con cuidados

Carolina Castro, presidente de la autopartista Guidi y la primera mujer que accedió a un lugar de poder en la mesa chica de la UIA, fue casi la única que se animó, a su modo, a marcar las deficiencias del plan de Milei. 

«Con la macro no se puede jugar más» dijo y se refirió al tipo de cambio como uno de las desafíos de la industria para el año próximo. «El 2025 va a ser un año parecido en algún punto a este. Si la macroeconomía se mantiene con este nivel de estabilidad, esperemos que el tipo de cambio no se aprecie mucho más de lo que ya está apreciado», dijo, en un claro mensaje al problema del atraso cambiario. 

Castro, que fue parte de la gestión de Miguel Acevedo (AGD) al frente de la UIA, fue raleada por tener visiones críticas y laterales, a pesar de que siempre matuvo las formas. En el marco de esta Conferencia, expresó, además, que «no veo grandes recuperaciones, no veo caídas, veo un escenario bastante parecido al que estamos transitando hoy». Y agregó que «creo que en algún punto la expectativa de la sociedad estaba tan abajo que esto se va a ver como algo positivo. (…) Darle a la sociedad argentina cierta estabilidad es importante, se necesita para poder planificar una vida. Sin embargo no va a haber un gran crecimiento, no va a haber más empleo, a lo sumo esperemos no caiga más el empleo». 

Algo parecido dijo Diego Coatz, director de la UIA y uno de los economistas históricos de la entidad, quien aseguró que sin crecimiento, cualquier reforma de fondo no será suficiente. 

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