Para los mercados, Biden no fue nunca un problema. Y Trump no es una perturbación. Sí es un tónico efervescente para los “animal spirits”. Y una excelente adición. Siempre y cuando la Fed nos acompañe. ¿Se gesta una burbuja?
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Wall Street añadió otra andanada de récords a su cosecha, y van tantos que se complica llevar la cuenta. ¡Muerto el rey! ¡Viva el rey! El índice S&P 500 cerró el viernes en máximos absolutos. Un trámite que realizó 57 veces en el año. El Nasdaq le copió los pasos (por trigésima sexta ocasión). Wall Street anotó más récords con Biden presidente que con Trump como mandatario electo, pero es llovido, sobre mojado. Todo suma. La Bolsa anticipa, y lo que anuncia es un mercado bull que goza de muy buena salud. No resiente el cambio al timón. Trump es un volcán tumultuoso y Biden, un hombre quieto. No importa.
Un año atrás, los pronósticos del consenso proyectaban un S&P 500 arañando, a esta altura, los 4900 puntos. El viernes clavó 6090. ¿Y dónde lo imaginan en doce meses? La predicción estándar se ubica en un rango entre los 6500 y 6700 puntos. Deutsche Bank se estira a 7 mil. Wells Fargo sentencia 7007 puntos (una precisión que deriva exclusivamente del marketing y no del método de cálculo). Que quede claro. Biden no fue nunca un problema. Y Trump no es una perturbación. Sí es un tónico efervescente para los “animal spirits”. Y una excelente adición. Siempre y cuando la Fed nos acompañe.
¿Se gesta una burbuja? No, no lleguemos a esa conclusión tan rápido, se lamenta un bear recalcitrante, David Rosenberg. Esta semana admitió que después de despotricar dos años contra la fortaleza del mercado alcista (nacido en octubre de 2022) lo mejor es dar un paso al costado y no obstinarse en pelear contra la realidad. El bull market es exuberante, pero tal vez, no “tan irracional”. Hay muchas razones para ser escéptico -desde la valuación, el sentimiento y el posicionamiento, todos en andariveles exorbitantes- pero “el mercado no es estúpido”. Si persiste es porque vislumbra un período de productividad más alta y su corolario de mayores ganancias. El tiempo dirá si está en lo cierto o es un error. No Rosenberg, quien guardará silencio, aunque no sea un converso. Eso sí, a él, ahora, gracias a la tesis de la productividad, le gustan un poco más los bonos.
Biden-Trump: ¿todo cambia para que nada cambie?
Todo cambia, ¿para que nada cambie? Ya se dijo en la campaña: el nuevo presidente podría vivir de la herencia magnífica que le deja la Administración Biden. Tan buena es que ni siquiera lleva marca registrada. Con algún maquillaje, Trump la podría hacer pasar como propia. ¿Lo entenderá? ¿O hasta dónde querrá elevar aranceles y barreras al comercio, deportar trabajadores extranjeros y recortar impuestos, y ponerla en entredicho? ¿Volverá a pelearse con la Fed?
El presidente electo ya prometió mayores gabelas a las importaciones de China, México, Canadá y los Brics. Sin embargo, a la par, los nombres de su equipo económico son todos gente de las finanzas. Ninguno acredita experiencia en la aduana. Incluso el Secretario de Comercio, el CEO de Cantor Fitzgerald. La tasa de 10 años cayó 30 puntos base desde que Trump señaló que Scott Bessent se hará cargo del Tesoro. Los bonos dejaron de sufrir. Y se calmaron las monedas. Aun cuando arde Siria y el gobierno de Macron está en la cuerda floja. A pesar que se descuenta que esta semana bajarán sus tasas los bancos centrales de Europa, Canadá y Suiza. Es lógico que los financistas no inciten una tormenta de tasas de interés. No habrá arancel ni arreglo comercial que compense el daño.
En el DealBook Summit, Jerome Powell, el mandamás de la Fed, afirmó que la economía de los EEUU es la envidia del mundo. The Economist lo dijo primero, pero Powell maneja el joystick. “Y voy a hacer todo lo posible para que siga siendo la envidia”. No hay razón, acotó, para que no pueda continuar así. Bueno, un motivo posible sería un Trump imprudente cumpliendo como un lord inglés sus promesas de campaña. Bessent, quien en algún momento habló de organizar una Fed paralela, hace meses que se arrepintió del comentario. Powell finge demencia y vaticina una relación armónica con las nuevas autoridades. Es así, por omisión, que la imagen de un Trump amigable gana espacio. Y no se necesita nada más para regar la bonanza en los mercados.
Trump-Musk: ¿qué esperar entonces de este collage extravagante?
Por supuesto, Trump podría preservar lo hecho y construir sobre esa base. Aporta un sello distintivo pro-negocios que no tenía Biden. Y es un adalid de la desregulación y de acrecentar la producción de energía. Supone una alianza con la innovación, el cambio tecnológico y la iniciativa empresarial que justifica el entusiasmo. Cuando Elon Musk -que juega de líbero- postea la necesidad de poner a raya el crecimiento exponencial de la deuda pública hace una observación crítica muy pertinente. Aunque avanza a contramano de la plataforma fiscal ultra-deficitaria del jefe. ¿Qué esperar entonces de este collage extravagante? Wall Street confía, y no retacea los récords.
El bitcoin ni que se diga. Esa sí es una burbuja, aunque racional y próxima a cumplir ya 15 años. Y Trump puede ser muy bueno con el inflador. Peligrosamente. Lo prueba la idea de crear una reserva estratégica de bitcoins (una trampa sin salida, que ya cuenta con apoyos bipartidarios). Y sabe comunicar sus intenciones. Bastó nombrar a Paul Atkins -“Paul Haul”- al frente de la SEC para que el bitcoin -que costaba 7 centavos en agosto de 2010 y 65 mil dólares en septiembre- supere los cien mil dólares. Los árboles no crecen hasta el cielo, pero no hay límites físicos para un activo digital. De los financistas que lo rodean cabe esperar también que sepan aplicar el freno de la sensatez a tiempo. Sería irracional permitir que la burbuja crezca gracias a su instalación en el corazón del sistema financiero donde hoy tiene el acceso severamente restringido. Y no por nada. Ya se vio con la crisis de Lehman lo que costó la debacle de las hipotecas subprime. Pero la tentación de levantar pirámides virtuales por doquier es cada vez más grande.