Sergio Britos es director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA) y uno de sus objetivos es tratar de explicar por qué en la Argentina hay tanto sobrepeso y obesidad como malnutrición. Hace unos meses su equipo de investigación había encontrado importantes deficiencias en la alimentación en el periodo que va entre los 6 meses y el año de vida. Ahora llegaron a conclusiones tanto o más preocupantes con el target comprendido entre el año y los dos años de edad.
“Los resultados muestran una alta prevalencia de deficiencias nutricionales. Chicos que tienen una deficiencia importante en ácidos grasos esenciales, de omega 3, vitamina D, calcio, de vitamina B9. Son nutrientes muy esenciales en este momento del desarrollo. El niño se encuentra todavía completando su desarrollo cerebral y conformando hábitos alimentarios que van a ser perdurables en toda la vida, con lo cual es clave una alimentación diversa”, explica Britos.
-En qué contexto tienen lugar estos resultados para nada buenos.
-Son deficiencias que hablan de una calidad de dieta muy frágil, poco diversa. A esta edad los chicos ya deberían tener en su dieta cotidiana alimentos de diferentes grupos. Pero menos de la mitad de las calorías que ingieren los chicos de entre 1 y 2 años proviene de alimentos de buena calidad nutricional, lo que habla de una preponderancia de alimentos de calidad media o baja. Por otra parte, el 90 por ciento de los chicos tiene una baja densidad de nutrientes, lo que de alguna manera explica esas deficiencias. En suma, es una alimentación muy monótona y pobre en términos de calidad.
-¿Qué quiere decir que tengan baja densidad de nutrientes?
-Que las calorías que ingieren los chicos son de baja proporción de nutrientes esenciales. Por eso hay tanta prevalencia de niños con deficiencias.
-¿Eso se da por situación económica o por hábito y elección?
-Creo que hay un mix de factores que determinan este tipo de resultados. Por un lado, obviamente, hay cuestiones que tienen que ver con la conformación de los hábitos alimentarios de nuestra población, porque en Argentina existe un patrón alimentario monótono. Pero en los últimos años han ocurrido algunas cosas que son centrales. Por un lado, la situación socioeconómica adversa en los últimos 5 o 6 años. Más allá de que en los últimos meses pareciera haber cierta estabilidad en los precios de los alimentos, venimos de seis años de profundo deterioro en cuanto al precio de los alimentos más nutritivos. Y por otra parte hay en este momento una orfandad en materia de políticas y estrategias orientadas a la primera infancia. Hace dos años se sancionó la Ley de Mil Días y en la práctica concreta no hay casi acciones relevantes y significativas en materia de fortalecimiento de la nutrición infantil. Eso es un factor muy determinante al explicar este tipo de resultados.
-Esta fue la segunda parte del estudio y en la primera habían evaluado al grupo de entre 6 meses y un año. Si se compara un grupo con el otro, ¿las deficiencias varían o se sostienen?
-Las deficiencias varían porque cambian los requerimientos nutricionales. Un chico menor de un año tiene un requerimiento de hierro mucho más alto que el de entre uno y dos años. Entonces en el segundo semestre de vida la prevalencia de deficiencia de hierro es más alta que en el segundo año. Pero es un continuo.
-La pregunta apuntaba también al hecho de que en el segundo año el niño tiende a dejar la lactancia, lo que podría generar un déficit mayor.
-Hay dos momentos que son clave. Por un lado, el abandono progresivo de la lactancia. Y por otro, el momento en que se incorporan otros alimentos diferentes a la leche materna en la dieta. Si esos alimentos no son variados y de buena calidad, estamos en un problema. Y a la vez, cuando la lactancia disminuye (más de la mitad de los niños al sexto mes de vida ha dejado de tomar de manera exclusiva leche materna) empieza el otro problema que tiene que ver con cuál componente lácteo, qué tipo de leche, se le ofrece a los niños. Y ahí también encontramos un problema tanto en el segundo semestre de vida como en el lapso de entre el primero y segundo año. Y es que a medida que los chicos crecen, la leche de vaca no fortificada es el componente lácteo más importante en la dieta de los niños.
-¿Qué consecuencias trae que la leche de vaca ocupe ese lugar predominante?
-Ahí tenemos obviamente uno de los motivos por los que la alimentación pierde densidad nutricional, porque es un momento de la vida en el que el componente lácteo fuera de la lactancia materna tiene que ser reemplazado por un alimento de muy buena calidad, o una fórmula infantil o por lo menos leche fortificada. Y eso no estaría ocurriendo.
-Hay una gran diferencia entre la leche materna y su composición, y la de la leche de vaca que puede alimentar a un ternero: uno es un bebé y otro un animal de 400 kilos. ¿El organismo del chico está preparado para la leche de vaca?
-Antes del año de vida, todas las recomendaciones, tanto locales como internacionales, desaconsejan la incorporación de la leche de vaca como principal componente lácteo en la alimentación. La leche de vaca, por su propia naturaleza, tiene una composición muy diferente a los requerimientos que tienen los niños entre los 6 y 12 meses de edad. Y esto tiene que ver, por un lado, con un contenido de sodio y proteínas muy elevado, excede mucho el requerimiento de los niños y genera una sobrecarga a nivel renal muy difícil de soportar por un organismo que está creciendo todavía. Y por otra parte, hay muchas investigaciones que señalan la relación estrecha que hay entre una alta carga de proteínas en la dieta -y la leche de vaca es un aportante neto de proteínas en la dieta de estos niños- y el desarrollo futuro de sobrepeso y obesidad. Vale decir, consumir leche de vaca antes del año de vida es un factor de riesgo en términos del desarrollo de sobrepeso y obesidad en edades posteriores. Con lo cual en el primer año de vida los chicos no deberían consumir leche de vaca. Y la realidad es que casi el 40 por ciento de los niños menores de un año consume leche de vaca. Y esto también es parte del problema que estamos encontrando.
-¿Qué pasa entonces, o qué debería pasar, con la leche de vaca en el segundo año de vida?
-Entre los 12 y 24 meses los chicos ya pueden incorporar leche de vaca como parte de su componente lácteo, pero esa leche debería ser fortificada, porque la composición de nutrientes no es adecuada para ese momento de la vida y a la vez teniendo en cuenta que el componente lácteo de la dieta es muy importante: casi 3 de cada 10 calorías que ingiere un chico de uno a dos años proviene del componente lácteo. Si ese componente no tiene la composición de nutrientes adecuada para ese momento de la vida, eso contribuye al desarrollo de deficiencias.
PS