“Presi, este es el segundo tiempo”. Mauricio Macri aún recuerda la frase que, en una de las cuatro cenas que tuvo en Olivos con Javier Milei le dejó el jefe de Estado. El creador del PRO evita criticar de manera directa al Presidente en este primer año de gobierno, pero fue, de manera progresiva, incrementado sus objeciones a la gestión, a determinadas áreas y a muchos funcionarios nacionales. Su relación personal fue de mayor a menor. Fue un año de equilibrio político para el PRO entre dos andariveles: el presunto deseo de los votantes amarillos y la falta de un acuerdo institucional, más actitudes y formas que generan rechazo en el partido amarillo.
En el PRO esperaban que el gobierno nacional abra espacios de manera institucional y que el intercambio político sea contundente. No ocurrió. El desencanto fue ganando adeptos a medida que pasaban los meses. En palabras del mismo Macri: “Este año ya hicimos más que cualquier otro partido en la historia”. Y agrega: “Nos estuvieron ninguneando, no vi que hayan cambiado”.
El Congreso fue el principal lugar de intercambio permanente. Allí Cristian Ritondo, jefe del bloque del PRO y quien estuvo cerca de ser presidente de la Cámara baja, tuvo que maniobrar para que su bancada no se vea desarticulada en varias ocasiones. Los primeros meses fueron ásperos con relación con Martín Menem, quien preside Diputados.
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En general, para toda la bancada salvo para Silvia Lospennato, quien en secreto desde diciembre de 2023 iba a verlo a solas a Menem para darle clases sobre reglamento interno de la Cámara baja. Un día Ritondo, con Diego Santilli y Silvana Giudici, en plena negociación de la primera ley Bases, la vieron salir de la privada a Lospennato, quien nunca explicó por qué estaba allí.
Esta situación se agravó cuando en el macrismo se percataron, ya en enero, de que las decisiones pasaban por Santiago Caputo, el asesor presidencial. Y que Menem también tenía poder cuando Karina Milei lo validaba.
“Ellos nos ningunearon todo el año. Primero con la agenda parlamentaria, después con la integración de funcionarios e igual les votamos todo”, traza un balance uno de los legisladores que viene con ganas de dejar de acompañar a La Libertad Avanza. Salvo los $ 100 mil millones extra para la SIDE, la bancada bancó todo: los dos vetos, las leyes y hasta la renovación de Martín Menem en la presidencia de Diputados.
Para Macri, y muchas de las figuras amarillas, LLA retomó buena parte de las banderas históricas del PRO y por ello, consideran, quedaría ridículo que no acompañen. En privado, el expresidente dice que el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, es “un leading case internacional” y que su plan para derrotar la inflación será objeto de estudio en las universidades del mundo. “Desarmó una bomba; muy pocos sabían cómo hacerlo”, lo destaca en privado.
A la vez, en el PRO nunca vieron materializada una unión concreta de partidos. Siquiera avanzó el interbloque con LLA. El Gobierno sumó funcionarios que vienen de ser parte de Cambiemos –la mayoría del equipo de Caputo por caso–, pero no como parte de un acuerdo integral.
A pesar de ello, el PRO no dudó en ser la piedra fundamental para que se sancione la ley Bases. Y los tres gobernadores (Jorge Macri, el jefe de Gobierno de la Ciudad, Nacho Torres de Chubut y Rogelio Frigerio de Entre Ríos) fueron los primeros en manifestarse para sumar al Pacto de Mayo, cuyo consejo quedó en el olvido.
Entre los que más rechazo generan en el PRO se encuentran las formas del Presidente y sus seguidores, también temas estructurales como la política exterior, la ausencia de obra pública, las nominaciones a la Corte Suprema o funcionarios como Daniel Scioli, denunciado por el PRO en la Provincia en múltiples ocasiones.
El balance agridulce es lo que predomina actualmente en el PRO. La mayoría de los dirigentes, empezando por Macri, están convenciéndose de manera acelerada de que el año que viene tendrán que proponer candidaturas solos o, dependiendo el distrito, con la UCR y otros aliados. Un Cambiemos reloaded.